En un lugar de Texas
Ante la visión de la pistola cayendo del cajón, la adrenalina empezó a fluir a chorro por las venas de los dos.
Jimmy se acuclilló a la velocidad del rayo, dobló su cintura hacia al suelo y tensó como maromas de un barco velero en medio de una galerna, todos los músculos de sus piernas para, extendiéndolos súbitamente, propulsarse hacia el arma. Los cordones desatados flotaban en el aire y las deportivas se despegaban del suelo impulsando todo su cuerpo que, extendía al unísono los dos brazos para alcanzar, con los dedos, el ansiado pedazo de metal.
Sue no esperaba la reacción de su rival que la tomó por sorpresa. Su tronco se contrajo con violencia y sus brazos se extendieron tensando cada fibra y tendón de forma antinatural para vencer, con velocidad, a la ley de la gravedad. Su reacción había sido más lenta, pero ella estaba más cerca del arma.
Los dos llegaron a la vez a su objetivo. Jimmy consiguió cogerla por la culata y Sue, desde arriba, por la corredera. El primero cruzó las piernas en el aire y empleó todos los músculos de su tronco para, instintivamente, girar en el aire y conseguir caer de espaldas apuntándola con la pistola. Ésta, percatándose de la maniobra, tiró del revolver hacia arriba intentando arrebatárselo. Los dos tenían una fuerza muy similar y ninguno cedió. Los dedos de Sue se aferraron desesperados no pudiendo evitar deslizarse hacia arriba por la bruñida superficie, corriendo la pestaña del seguro; al mismo tiempo todos los de Jimmy se apretaron contra la empuñadura. Todos salvo uno, el índice de su mano derecha, que había entrado en el espacio del gatillo y oprimía éste justo una décima de segundo después de verse liberado el mecanismo de disparo.
El fogonazo fue cegador y ensordecedor. Un casquillo humeante, restos de sangre, minuta de hueso craneal y masa encefálica, daban vueltas por el aire. El humo de la pólvora se iba disipando y el cuerpo de Sue caía lentamente hacia el suelo mientras Jimmy, tumbado boca arriba, salpicado con los restos de su nueva amiga e incorporándose con los codos, se desgañitaba:
- No tenías que quitármela- se autojustificaba asustado- Sólo yo, y nadie más, puede tocar la “pitola” de papa.
3 comentarios:
impactante. Para hacerlo todavía más, suprimiría el "nueva amiga" y cualquier pista que se pueda interpretar de ese párrafo... dejaría toda la explicación en la frase del niño. "pitola" es suficientemente elocuente.
Lolazo
Mmmmmm, puede ser. Gracias por el consejillo.
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