miércoles, 16 de mayo de 2007

El Manifiesto Campurriano: ¡Independencia!

Eran aquellos días, estimado colegui, aciagos y grises, el velo de la injusticia caía sobre nuestro pueblo como un plomo y tan un solo un reducido grupo de iluminados, eran capaces de atravesar la gruesa tela que cubría los ojos de los campurrianos.
La quietud de una noche, oscura como gato de mal agüero, fue rota por un puñado de valientes avanzando con paso decidido, sus nombres, querido colegui, los conoces de sobra, no era así por aquel entonces, aunque no tardarían en dar el paso a la fama; apenas unas horas, los separaban de su destino, ellos eran Toñín, Cuéntin, Tomás y Breico, más conocido como el Gran Colegui, cerebro de la operación, ideólogo, táctico, estratega, y rockero.

Como estaba convenido, antes del alba Toñín imitó por tres veces el canto de la alondra y el grupo se reunió en una cabaña a las afueras del pueblo; allí, bajo la luz de una vela, (se acabaron las pilas de la linterna), Tomás extrajo un trozo de tela roja, sobre esta, podía observarse mal cosido, con hilo beige, un puño cerrado con el índice estirado hacia arriba, “El Gran Colegui marca el camino”, dijo acertadamente nuestro líder. Acto seguido, sacaron las armas, una escopeta del doce con seis cartuchos, una katana, dos cuchillos de cocina marca “Ginsu” y una oxidada pistola del abuelo de Cuentin, de cuando la guerra, que no funcionaba pero que serviría para amedrentar a todo aquel que osara oponerse a la incipiente República.

Con las primeras luces tomaron la plaza del ayuntamiento, al grito, “¡levantaos campurrianos! ¡sois libres! Levantaos que luce hoy un sol nuevo de libertad y justicia”, se apostaron estratégicamente; al tercer grito tuvieron que esquivar dos morrillos y varias imprecaciones de algún vecino aborregado y lanar que obtuso en su ignorancia no era capaz de ver lo trascendental del momento… hasta tal punto estábamos aletargados los campurrianos por entonces.

En esas, salió el alcalde al balcón, adormilado y confuso, con su pijama de rallas y típico gorro con pon-pon “¿pero que hacéis desgraciados?, ¡marchaos a casa que no son horas de hacer el gamberro!” Quizá, dejándose llevar por los nervios, el colegui Cuentin actuó, accionó el gatillo de su escopeta y atizó al canalón del ayuntamiento para caer después al suelo debido al retroceso del arma. “¡me he dislocado el hombro!-gimió-¡seguid sin mí!

Y así lo hicieron, lanzándose hacia la puerta como auténticos héroes, ah, querido colegui, quién hubiera estado allí para verles. El primero en entrar, fue nuestro Gran Colegui, ¡quién si no!, de una patada (bueno, de cuatro o cinco) derribó la puerta y flanqueado por sus coleguis, accedió al despacho del alcalde y después al balcón donde Tomás izó la nueva bandera campurriana.

¡Ciudadanos de Campurria!-tronó con su mejor voz-¡Queda instaurada desde este momento la República Independiente de Campurria! Su órgano político, será el Partido Independentista de Campurria, el PIC, que desde este momento asume todas las responsabilidades de gobierno.
-¡Cierra el pico mamarracho!- tronó una voz disidente desde una casa indeterminada, no obstante, no sirvió para manchar ese minuto de gloria, mi querido colegui, en esos momentos, los campurrianos fuimos libres por primera vez en nuestra historia, perdona mis lágrimas, pero la emoción siempre me puede en estos momentos del relato.
Dentro de la euforia que la ocasión requería, el Gran Colegui seguía con los pies sobre la tierra, era consciente de que aún había mucho trabajo por hacer, Campurria, era una nación libre, pero su influencia no rebasaba la de la capital y quedaban aún fuerzas de ocupación extranjeras en el territorio, sería ese un duro hueso de roer. Lejos de permanecer ocioso, comenzó a impartir las primeras directrices de su mandato, con Cuentin herido, tenía a su disposición dos ministros, ¿ministros?, no, esa palabra sonaba demasiado colonial, a partir de ahora pasarían a denominarse supercoleguis, Toñín y Tomás, aunque el segundo, permanecía custodiando al alcalde en sus dependencias personales, con la katana. Así, en los primeros momentos, los recursos humanos se habían reducido en un cincuenta por ciento.

Las sirenas de coches patrulla lo devolvieron a la realidad. “¡nos invaden!”, “¡Campurrianos a mí, a las armas, a las armas!” Lo siguiente, sucedió muy rápido y nuestros protagonistas, lo recuerdan como un borrón difuso, botes lacrimógenos y chuchazos hasta en el carnet de identidad, pim, pam, pim, pam, un velo negro que cubre su mirada para retirarse después y verse los cuatros en un inmundo calabozo de una oscura cárcel. Estamos en el Dueso coleguis-dijo desesperanzado el líder Breico-se acabó, es el fin, hemos sido derrotados.

2 comentarios:

Gallum dijo...

Si hubiese sido el comando IC otro gallo hubiera cantado. Les habrían ejecutado por garrote vil, en lugar de sólo encerrarles en el dueso.

dijo...

Eso les pasa por tener a tamaño incompetente como líder.