Comando IC - La secuela (Capítulo I)
La Llamada
Bastaba con dejarla caer.
La copa de Cointreau con hielos, casi completamente derretidos, brillaba al sol del mediodía, refractando rayos multicolor que nacían en las gotas condensadas por el frío.
Su mano arrugada dejaba intuir unas venas azules, que dibujaban una visible y-griega manchada por algún que otro melanoma. Descansando sobre sus piernas, el ejemplar en papel del único diario de tirada nacional abierto por la editorial. Al parecer, las últimas declaraciones del vicepresidente y Ministro de Seguridad, acerca de un antiguo arsenal encontrado en el interior de los restos de lo que parecía ser una furgoneta Volkswagen, en un área despoblada de Navarra, habían desatado todas las sospechas. Los fantasmas de las bandas terroristas volvían a oídos de todos y la crispación era hoy tema de portadas, tertulias y conversaciones en cafés.
Su aire de vejez y –aunque intentaba ocultarlo- constante preocupación, contrastaba enormemente con el griterío y las bromas de los niños en la piscina. La familia reunida, un fin de semana más. Sus cuatro hijas le habían dado 7 preciosos nietos, cuyas edades estaban comprendidas entre los 3 y los 9 años. Uno de ellos intentaba llamar la atención de su abuelo, mientras su madre, quien tomaba el sol sobre el césped, le voceaba para que no corriera por el borde de la piscina.
Hizo ademán de dejarse caer a su lado izquierdo, como si quisiera torpemente levantar. Pese a intentar enmudecerlo, un estruendo hizo resonar la estructura metálica de la silla. “Subtitulado para sordos”, dijo casi sin voz mientras volvía a su postura anterior y disimulaba estar leyendo el periódico –del revés-, cuyas hojas crujían resecas al ser dobladas. Su vida entre semana no distaba mucho de la de sábados o domingos, ya jubilado en su casa de las afueras y siempre acompañado de sus perros a los que quería con pasión y de Nathalia, su segunda mujer, de origen polaco, veinticinco años menor que él.
La todavía aterciopelada palma de ésta le acarició su barba de media semana mientras acercaba su cuerpo de sensuales curvas hasta el suyo. Sosteniendo el teléfono con la otra mano, le hizo un gesto de aprobación con la cabeza, mientras su marido se levantaba como podía, tras la jornada de rayos ultravioleta y aceite solar. Una letal combinación. Mientras asía el teléfono, se fijó de reojo sobre la montura de las gafas en los restos de hierba enredados en el pelo de Nathalia.
Marcos, el jardinero mulato de origen senegalés, acababa de cruzar el jardín en dirección a la puerta de entrada, tras su jornada de… trabajo, el sábado. Afortunadamente, no había –ni pensaba- incluido a Nathalia en su herencia, en detrimento de su ex-esposa, a quien le seguía agradecido por sus cuatro “galletitas”, como él las llamaba cariñosamente. Algo muy diferente a su actual matrimonio; cuatro polvos al día, no precisamente gratis. Sin más aspiraciones aparte de una banal y carente de sentido compañía, tras el abandono tiempo ha, de su anterior esposa.
- Mi mujer me está engañando, la muy puta –dijo tras haber identificado el número llamante.
- ¡Essssssseee Gon! –gritaron desde el otro extremo de la línea.
- Va en serio.
- Joe macho, eso no es nada nuevo, lo sabes desde el primer día.
- Ya,… en fin,… es cierto –permaneció en silencio durante unos segundos-. Bueno Gar, ¿qué quieres?
- Pues… ¡se me ha olvidado! –rió a carcajadas.
- En ese caso, hasta luego.
Y colgó.
Dejó el teléfono apoyado en la alacena mientras cogía las llaves electrónicas del coche de propulsión híbrida.
El motor eléctrico se puso en marcha, mientras el holograma y el campo magnético que simulaban ser la puerta del garaje se desvanecían en un degradado de tonos de verde.
A lo largo de la urbanización no estaba permitido por seguridad superar los 80 km/h en vuelo rasante, pero su frustración le cegó y pisó a fondo, mientras activaba con la palanca de cambios la turbina de implosión de metano.
En cuestión de segundos se encontraba lejos de la casa y a unos 100 metros de altitud. Activó los indicadores y el radar de emergencia y permaneció suspendido en el aire observando la vida que seguía incesante bajo sus pies.
El comunicador del coche le despertó del breve letargo; “Dr.Gallum” mostraba el indicador.
Accedió a contestar, mientras giraba el mando de dirección hacia la izquierda y pisaba ligeramente el acelerador.
- Oye, que creo que se debió cortar antes. Bueno, he escuchado hoy una noticia en la radio acerca de una Volkswagen abandonada y unos terroristas.
- Llevan ya dos semanas hablando del tema.
- Ah… ¿no tendrá nada que ver con la Cylsysneta, verdad?
- No sé Gar, no sé.
- ¿Hace ya cuánto ocurrió todo ese asunto? ¿30 años?
- Lo menos… pero no pueden probar nada.
- Breico y tú estabais muy seguros de haberlo borrado todo.
- De no haber sido así nunca nos hubiéramos reunido contigo, dalo por seguro.
En realidad, ni él se cría lo que estaba diciendo. Vio con sus propios ojos cómo la Cylsysneta ardía lentamente tras haber sido minuciosamente desprovista de cualquier pista que pudiera desenmascararlos. Hasta las pegatinas con forma de flor, antiguo logotipo durante los inicios de la compañía, habían sido despegadas y posteriormente quemadas con ácido.

Los casquillos de bala, retirados, los números de bastidor borrados y para evitar aún más sospechas, la habían remolcado varias decenas de kilómetros del epicentro de la batalla. No era posible que, ahora, cuarenta años después, el becario de un periódico de provincias hubiese destapado la guinda del pastel. Pero se trataba sin duda de la Cylsysneta, y dentro, una Glock 17, varios Colt 357, fusiles de asalto H&K G36, bombas racimo con gas mostaza, un puñado de desgastadas Z-70, Kalashnikov AK-47, lanza-granadas, anti-carros, anti-aéreros y morteros.
- Sea como sea, creo que debemos juntarnos y hablar todo esto. Hace unos días se lo comenté a Breico por el teleMö.
- ¿Y Chus?
- Sigue incomunicado en Madrid. Arresto domiciliario, desde que le pillaran con un visado falsificado en la frontera con Castilla intentando escapar.
- Alguien debería ir a decírselo.
- Estoy de acuerdo. Pero antes debemos reunir al resto del Comando IC. La cita es en la mansión Mö, en Barcelona. Jueves, 11 de Mayo a las 11 en punto. 10:30 para ti.
- Vale. ¿Puedo llevar a Diego?
- Como quieras, con tal de que llegues a la hora.
- De acuerdo, pues.
- Torremolinos 17, corto y cierro.
Y conectó el piloto automático de regreso a casa.
Por un momento cruzó de nuevo por su mente la imagen, casi olvidada, de la furgoneta iluminada por la tenue luz de sus linternas. La angustia que le anudaba la garganta le hizo dudar en si debía desconectar el rumbo asistido pulsando el botón bajo su mano temblante, con indicios de Parkinson, e ir a reunirse personalmente con Mavros.
Bastaba con dejarla caer.
2 comentarios:
Triple tenaza a the fucking Chush por no permitir comentarios!
Sin comentarios? Cuán bastárdico... Vaya hartón de reir el capítulo este... uff jajajaja
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