Juan y el sueño
Juan dormía plácidamente sobre la hamaca, en la tropical playa Sintiburón-Bañaté, a la sombra de una palmera. El día era caluroso y amenazaba lluvia, pero Juan estaba acostumbrado y eso no le impedía roncar a gusto. A escasos doscientos metros la aldea Sillueve-Alárbolsube seguía con su apacible y feliz existencia: una madre despiojando a un hijo, un anciano con gripe muriéndose plácidamente en su cama y un grupo de niños correteando y jugando detrás de un grupo de turistas:
-¡money, money! ¡money, money!
Así estaba todo cuando un sueño de un realismo cuasi insultante exhortó a Juan a convertirse en Adalid de su pueblo. Aquel-que-porta-prosperidad le llamaba una grave y armoniosa voz en off.
Juan despertó sobresaltado. Corriendo se dirigió hasta la cabaña central de la aldea donde periódicamente se reunía el consejo de ancianos. Allí estaban todos jugando a los dados. Entusiasmado reveló al Consejo su sueño y los venerables se inundaron de su ardor juvenil y vital.
3 días después, Juan partía en una balsa de troncos rumbo a lo desconocido en pos de un sueño. Durante aquellos días, la feliz y pobre aldea entera estuvo volcada con la iniciativa, y cada uno aportó cuanto pudo por el bien de la empresa. Dos camisas, 50 cts. de dólar, cuatro cocos y un diente de oro del anciano moribundo (recompensa por los servicios otorgados a un poderoso estado bananero en una antigua guerra 50 años atrás).
Juan partió y con el las lágrimas de los habitantes de Sillueve-Alárbolsube. El adiós fue emotivo y desde entonces uno de los jóvenes de a aldea permanecía encaramado a una palmera oteando el horizonte, aguardando impaciente el regreso de Juan, Aquel-que-porta-prosperidad.
Pero pasaban los años y Juan no regresaba.
-¿Qué habrá podido ocurrir? - se preguntaban las gentes de la aldea.
Tuvieron que transcurrir dos décadas para que las preguntas del pueblo tuvieran contestación. De los habitantes originales solo quedaban cuatro críos del money, money que a sus veintimuchos años estaban bastante cascados y formaban parte del consejo de ancianos... a falta de pan... La cosa es que Juan llegó en un poderoso transatlántico de su propiedad, atracó en la playa Sintiburón-Bañaté y convocó una asamblea.
Cuando todos estuvieron reunidos les dijo:
Pueblo de Sillueve-Alárbolsube, hoy por fin, se cumple un destino que Dios me tenía reservado. He venido para traeros prosperidad y para devolveros aquello que me disteis... no teniendo nada. Pero antes os contaré mi historia: Hace 20 años embarqué rumbo a lo desconocido... por el camino fui acosado por tiburones, gaviotas hambrientas y tempestades. Los cocos que me disteis impideron que el hambre acabara conmigo. Llegué a tierra exhausto con la camisa hecha jirones, gracias a las que vosotros me disteis pude mostrarme presentable ante el nuevo mundo. Busqué techo, traté de comprarlo con el diente de oro... después de algunos sinsabores le di pena a una señora que me cobijó. Con los 50 cts de dólar, compré una cocacola, que después vendí a un obrero sediento por 1$. Con el dólar compré un kilo de fruta, que vendí a una obesa hambrienta por 2$. Con los 2$ compre un cupón de lotería, me toco y edifiqué mi empresa, la que hoy os traigo aquí para vuestra prosperidad. Calcetines Juan "y di adiós a los tomates".
Y así fue como Juan cumplió su sueño. Montando una fábrica de calcetines en Sillueve-Alárbolsube. En pocos años, el nivel de vida subió tanto que los nietos de los nietos de los money, money pudieron acceder a una casa prefabricada con dos habitaciones y baño, radio y bicicleta como medio de transporte. Los bienes materiales sustituyeron a la felicidad en poco tiempo y las envidias salieron a relucir cuando uno de los habitantes ahorró lo suficiente como para comprarse una bicicleta con luz accionada por dinamo. Hubo un asesinato y en consecuencia el gobierno expropió y nacionalizó la fábrica de calcetines pues responsabilizaba directamente a Juan de las muertes. A los pocos años la fábrica se arruinó, se clausuró y Juan murió de pena en la más absoluta miseria, eso si, después de una vida de lujo a todo tren. Con él, todo lo ganado por la aldea se murió. A los pocos años, los habitantes de Sillueve-Alárbolsube eran de nuevo pobres pero de nuevo felices.
FIN
1 comentario:
Me encanta la felicidad.
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