Bastardisimos creativos
Que tal perracas. He sido informado de que este blog cuenta con algunas de las mente creativas malignas más lúcidas de toda la web. Lo digo porque ya somos dos los premiados en un concurso de relato corto, o al menos de eso me han informado: el capitan Mavros y yo, premiados en dichos concursos en Historia y Medicina respectivamente. Nosotros ya lo hemos demostrado, así que a ver si vosotros, piltrafillas, hacéis otro tanto. Por de pronto voy a poner mi relato aquí para que no se me acuse más de que no colaboro y animo al camarada Mavros para cuelgue el suyo también.
He pensado, además, en crear un concursillo: "El primer concuros de relato corto del Möblog". Tema libre y extensión...., no sé, se puede hablar pero que tal si empezamos por entre 5 y 10 lineas de una pagina de word a tamaño 12 de "times new roman" a doble espacio. Espero ansioso vuestras absurdas quejas e hirientes insultos a mi propuesta.
Y sin más dilación ahí va mi texto.
Los ojos claros.
- ¡Vaya, no me lo puedo creer!- pensaba la chica mientras caminaba de la mano con él.
Quizás a muchos no les parezca nada excepcional ir agarrado a un ligue guapo, amable y misterioso, de camino a la cita romántica que ha preparado para conquistarte de una vez por todas, pero a ella este tipo de situaciones no se le presentaban a menudo.
Lo había estado preparando todos aquellos días, dándole largas, haciéndoselo desear. Besos breves, en contra de lo que le sugerían su mente y sexo calientes; leves roces y caricias contenidas con manos temblorosas; conversaciones interesantes y amenas a tan solo tres metros de una cama suplicante a gritos de compañía. Finuras y argucias que, finalmente, empezaban a dar fruto.
No era una primeriza. Creía haber estado enamorada y ya había sufrido bastante en el pasado, por eso, esta vez, se había asegurado de que todo sería perfecto. Nada de prisas pasionales o flechazos mortales al corazón. El próximo se las iba a ver y desear para conseguir, no ya su corazón, que se entregaba con una preocupante voluntad propia, sino su cuerpo, sobre el que sí que tenía la última palabra.
El chico prometía. Guapo, inteligente, simpático, atento y todas esas cosas que se suelen decir cuando se está enamorado. Era un dechado de virtudes y se preocupaba en demostrarlo a cada momento. La escuchaba, no la interrumpía, le daba besos y le decía que la quería sin ella habérselo pedido. Incluso no olvidaba los detalles de las conversaciones que habían tenido, algo impensable en un hombre. De hecho, aquella tarde era consecuencia de una charla que tuvieron la semana anterior, en la que ella le había comentado su gran afición por los casos policíacos, no solo los novelescos, sino incluso los reales. Él le había preparado una cita y conociendo lo detallista que era, seguro que lo que había planeado no era algo común. A ella no le gustaban del todo las sorpresas, así que iba todo el camino intentando desvelar el misterio. Hasta que de repente lo vio claro.
Hacía ya unos años que el parque de la ciudad le llamó poderosamente la atención. “El caso de los ojos claros” no había sido nada común, dado que los asesinos en serie son una rareza. Tuvo repercusión internacional y un gran seguimiento por parte de prensa y policía, siete víctimas jóvenes con las cuencas de los ojos vacías son un poderoso reclamo. Sin embargo, tan rápidamente como apareció desapareció y de eso hacía ya 2 años.
Ella clavaba sus ojos azules en él mientras este, imperturbable, la guiaba hacia el parque. Nada más pasar por debajo de la portalada de hierro forjado y entrar en el césped se le erizo todo el vello del cuerpo. Desde luego él sabía como crear la atmósfera perfecta.
El día caía y se despedía con un bello atardecer de nubes rosadas y anaranjadas. Ella se estremecía a su lado y se agarraba con más fuerza a su brazo a medida que el frío de la noche iba reconquistando el terreno perdido durante el día. A su lado se sentía transportada a un mundo de sueños en el que no caminaba, sino que levitaba al lado de un portentoso caballero, más grande e imponente por momentos. La humedad y el frescor de la hierba verde acariciaban sus tobillos desnudos, apenas cubiertos por unas manoletinas. La chica no iba preparada para una marcha tan agreste. Se había arreglado más bien para algo más urbano, tipo cena romántica o película en el cine, pero el misterio que se iba desvelando ante ella le hacía ignorar esas minucias. Poco a poco estaba siendo conducida al claro usado por el asesino.
El caso de los ojos claros había surgido en conversaciones previas y, en aquellas ocasiones, ella era prácticamente la única persona que hablaba. Él tenía un gran interés por el tema y la casi excesiva cantidad de datos que ella había recopilado lo fascinaron. No podía dejar de mirarla anonadado por el increíble flujo de información que sabía sobre los crímenes. La chica se prodigó en todo tipo de detalles, desde el perfil psicológico del psicópata, hasta la forma casi ritual que tenía de matar. No salvó ningún detalle como por ejemplo las características de la víctimas, todos de entre veinte y treinta años y con una amplia variedad tonalidades en el iris: azul, verde, miel; pero siempre claros. Tampoco se le pasó el lugar de los crímenes: el claro del parque, donde aparecieron semienterradas todas sus víctimas. Al parecer, opinaba ella, ese fue el dato clave que, filtrado a la prensa, se dio a conocer demasiado pronto, poniendo así en alerta al asesino sobre los avances de la investigación. Y es que no sólo la policía se interesa ante sucesos tan morbosos como estos. Es muy difícil contener la presión mediática ante desapariciones de personas jóvenes.
La charla había sido animada pero, pasadas unas horas, él deseaba que las palabras se las llevara el viento y que este mismo acariciara sus cuerpos en un extraño trío entre lo masculino, lo femenino y lo etéreo. Fue en ese instante cuando volvió a aparecer, de nuevo, la parte racional y rancia, al mismo tiempo, de ella. Se había despedido diciendo que era tarde y mordiéndose los labios casi hasta hacer sangre mientras le lanzaba miradas que atravesarían el plomo. Iba a salir de su piso cuando, casi en la arcada de la entrada, él la había sujetado firmemente del antebrazo, la había hecho darse la vuelta y, sosteniendo sus ojos, le había dicho que tenían que volver a verse pronto, que no soportaba estar separado de ella y que la próxima vez no sería como las demás, él mismo se iba a encargar de que fuera especial. Ella, ya en el ascensor, derritiéndose y autoflagelándose mentalmente, se había dicho que ya no podía más. Todo su cuerpo se lo pedía a gritos. La próxima vez se entregaría.
Un mantel, una cesta y velas aún sin encender le resolvieron, por fin el enigma. Un picnic en el claro era una idea genial. Solo a él se le podría haber ocurrido algo semejante: el lugar ideal, misterioso y con encanto; la compañía romántica y amena; y la comida, la excusa perfecta para permanecer el tiempo suficiente el uno junto al otro.
Se sentaron casi sin mirarse, en medio de un ambiente de luz menguante y mortecina. Cogida a sus manos la chica no hacía más que desear que el tiempo se detuviera. Ni el frío de la noche, ni los siniestros ruidos del follaje mecido por el viento podían arruinar aquel instante.
Ante aquel silencio, él rompió a hablar.
- Estoy harto. Harto de ti y de tu juego. -dijo- No soy yo sólo el que lo está pasando mal. Te veo y te siento temblar cada vez que te toco. Balbuceas cada vez que acerco mi cara a menos de un palmo de la tuya. Me miras con esos preciosos ojos y…y….- se detuvo y bajó la mirada dubitativo, pensando, durante una fracción de segundo, en lo que iba a decir- Mira, al igual que a ti te interesan enormemente enigmas como donde y porqué guardan sus trofeos los psicópatas o si la testosterona induce realmente más agresividad que los estrógenos; a mi me interesas enormemente tú. Esta noche te pido por favor que te pronuncies, porque ya no puedo sufrir más. Te necesito… te amo.
Ella se estremeció, sabía que este momento llegaría. Manejar la situación, incluso a veces a duras penas, tenía su encanto. Alzo la mirada y permaneció inmóvil, fijando sus pupilas en aquellos deliciosos ojos grises que le hacían perder totalmente la cabeza.
Fin
2 comentarios:
Joder que lio me he hecho. Esos cambios que haces EL , ELLA requieren una lectura detenida. ¿Quién cojones es el asesino? No hay asesino, solo son dos jovenes calientes. mmm joder explicación requiero!!!!
La verdad es que es un final abierto. ¿Era él pero se acabó enamorando?, ¿era ella y está apunto de hacer que deje de sufrir?, ¿no lo era ninguno y sólo son una pareja de amantes a punto de ponerse a lo conejito? chachachachaaaaaan.
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